miércoles, 29 de noviembre de 2006

Palabras Viejas



Has venido.
Una excusa perfecta, una cortina de humo.
Buscar respuestas.

Abriste la caja tan pronto.
Con nostalgia,
una vez más,
viviste aquellos versos.
Inspiraste, inspiraste muchos.
Encontraste.
Sabor delicioso, exquisito.
Risas en minutos antiguos.
Memoria del amor puro.
Inquietudes.
Corazón inexperto.
Corazón sangrando.

Esos versos,
palabras bellas.
Tantos versos.

Camino de tus manos,
esa carta.
Tendrás respuestas.
Tantas palabras.
Intensas emociones.
Reflejó.
Espejo de la crisis,
otra cara de tu moneda.
Palabras.
Justas y crueles.
Condenatorias.
De desamor,
palabras.
Lacerantes.
Que no mintieron.
Viejas palabras.
Nunca dichas.
Escondidas para ti.
Agotadas, inservibles.
Tan viejas que no pueden sostenerse,
ya cumplieron.
Viejas como el hábito de botar la basura.
Viejas y sin sepultura.



Voy a escucharte



Voy a escucharte con mi silencio.
Todo cuanto tengas que decir,
cada palabra.
Voy a escuchar tus quejas.
Tus mentiras.
Tus malos entendidos.

Voy a escucharte,
aunque lo que tengas que decir,
sea ruido.
Aunque no hables conmigo.
Aunque estés distante.
Aún cuando el sonido no te asista.

Voy a escuchar tus gritos.
Tus lágrimas, llanto.
Tu desesperación, impotencia.
También tus maldiciones,
y bendiciones.
Enojo y serenidad,
amor y odio.
Indiferencia.

Escuchare nada,
si nada tienes que decir,
ninguna palabra.
Tus victorias escucharé.
Tus conquistas,
alianzas y chanzas.
Proyectos.
Tu ego y sus caprichos.

Saciando tu sed de atención
voy a escucharte.
Como si fuera mi único sentido.
Como si fuera mi pasaporte,
mi forma de ganar el pan,
mi afición,
mi destino,
escuchar.

La música de tu pecho,
y sus gemidos.
Tus colores,
paisajes,
aromas y sabores.
Sensaciones.
Intuiciones.
Tus viajes, mundos.
Fronteras.

Que quede claro,
a ti y a cualquiera,
que escucharé todo,
pero jamás, y entiende bien,
jamás escucharé tu silencio.



lunes, 27 de noviembre de 2006

Soledades



Tengo soledades.
Muchas soledades,
aunque a veces basta una.
Teniendo algunas, tengo muchas.
A veces a pares.
A veces se complementan,
como queriendo hacerme ver
que están enamoradas;
quizás de acuerdo.
Como jugando a las cartas,
apostándose mi ánimo desenfadado,
compartiéndome en un instante
en el centro de la mesa.
A veces solas, ignorándose.
Debatiéndose, una tras otra.
Buscando, tomarme de la mano.
Sin entenderse, como una mujer a la otra.

Naciste conmigo, te conozco desde siempre.
Me has enseñado todo.
Eres indulgente, me apaciguas.
Me tienes paciencia aunque no me soportes.
A veces te acercas para aconsejarme.
Eres rebelde,
y cuando te quiero, tengo que buscarte.

Tengo también la soledad de la infancia.
Me desespera.
Me hace sentir pequeño, inseguro,
preso en mi mismo.
Me toma y siento que nadie puede comprenderme,
que mis palabras son vacías.
En ella me escondo,
para que no me alcancen las miradas.

Otra soledad frecuentemente me asiste.
Es la soledad de mi adolescencia,
perdón, quise decir de la ausencia.
Ella obró en mí el apetito por las mujeres.
Me acecha.
Me hace sentir desdichado,
al no hallar cómo saciar mi hambre.
Trajo a su hermana, a quien creo envidia.
La trajo en un banquete.
Aquel banquete.
Probé del manjar
que aún degusto entre mis labios.
Manjar que alejó a mis soledades,
aunque al no tenerlo, trajo otra consigo.

De este manjar he comido buenos platos.
Otros, no tan bendecidos.
Dulces, agrios y jugosos.
Insípidos, apestosos y amargos.
Me he entrenado en distinguirlos.
Tengo un paladar exigente.
Le persigo con demencia,
como un mendigo.

Una vez,
sin pretenderlo.
Sin apetito de amor.
Sin buscarlo, hallé un plato humeando.
Mirando, despertó mi hambre.
Quemaría mi lengua, apagando el gusto.
Y fue de este plato, al estar tibio,
del que mucho comí, sin descanso.
Con cubiertos, con los dedos.
Trozos grandes y pequeños.
Masticando, tragando entero.
Despacio y frenético.
Sin probar de otro manjar, algún bocado.
Caí perdido, en el sueño, el letargo.
Éste manjar se agotó, dejó vacío mi plato.
Desperté hambriento encontrando,
un plato vacío y un menú en blanco.

Se reveló esta otra soledad.
Esta otra, me estaba aguardando.
Sin duda es la más terrible.
Tiene un carácter implacable.
Necia y terca, hasta incombatible.
Caprichosa y orgullosa, despiadada.
No piensa sino en sí misma.
Me cela agresivamente.
Domina entre otras soledades.
Impone sus propias reglas,
y obliga se le obedezca.
Esta soledad es déspota, traicionera.
Manipula y mal aconseja.
Teje redes y monta trampas.
Cuando no puede tenerme,
seduce a otra para engañarme,
y a través de ella poseerme,
aunque sea, compartido.

Nadie Entra


Silencio y vacío…
Sólo el eco del pensamiento
que vibra en el dolor y la pena.

Una despedida…
De dioses que parten al mito
para convertirse en recuerdos
de lo que pudo haber sido.
Fuimos un pasado grandioso.

Vacío y silencio…
Tu ausencia me busca para torturarme,
me aferro a tu recuerdo
sentado en la memoria
del dulce ayer que oscurece.

Ya habrás de odiarme,
ya habrás demolido nuestros monumentos
sepultando tu amor
para vivir sin penas.
Avivarás la ira y la rabia
como la pira que ha de cremar
tu tristeza.

Yo te recuerdo antes de ya no tenerte,
así te tengo.
Te traigo conmigo
como el amor que despertó
en el dulce adiós de un beso,
como una grabación reproducible,
un tatuaje animado.

Mi luto hace penumbra
cerrando ventanas y puertas.
De nuevo a la bóveda.

Nadie entra.



Quizá sea lo mejor, perderte




-Quiero pedirte perdón porque mis sentimientos no eran claros, y evitaron darte de mí más de lo que mereces.

-Quiero pedirte perdón por no haber identificado mis miedos a tiempo, lo cual produjo en nosotros grandes estragos.

-Quiero pedirte perdón por haber sido egoísta al irme, buscando un mejor lugar para mí sin pensar en ti.

-Quiero pedirte perdón por haber traicionado tu confianza y romper tu corazón al atreverme a conocer a otra persona.

-Quiero pedirte perdón por haber salido de tu vida diciendo la verdad y enfrentando las cosas, por no haber querido engañarte.

-Quiero pedirte perdón por no ceder ante la idea de vivir de nuevo en Caracas, porque pudiera haber funcionado estar juntos en cualquier rincón del mundo.

-Quiero pedirte perdón por querer encontrarme a mi mismo, buscar en mí los sentimientos que alguna vez hubo por ti y querer no hacerte más daño.

-Quiero pedirte perdón por perder la fe en nosotros y pensar que nuestro final estaba cerca, y aún así querer arreglar las cosas.

-Pero sobretodo quiero pedirte perdón por haber sido siempre un hombre transparente y no ocultarte más de lo que yo mismo no sabía o entendía, por compartir contigo mis alegrías y tristezas, por querer buscar un futuro e irme y luego querer incluirte ahí y pedirte que vinieras conmigo, porque después de eso me sentí sólo y el temor a perderte me preparó para dejarte, y por haber destrozado la imagen tan bonita que tenías de tu primer amor con un traspié por sentirme sólo y vacío.


Si pudiera echar el tiempo atrás, buscaría la manera de caminar siempre juntos en el sendero la vida para probar nuestro amor en la convivencia y no forzarlo como hasta ahora por la distancia…

Si hay algo cierto es que te amé y que esos sentimientos aún están dentro de mí anestesiados. Ya se han despertado con tu dulce despedida, mi corazón hinchado y arrepentido ya empieza a sentir el dolor de no tenerte…

…quizá sea lo mejor, perderte.