martes, 12 de diciembre de 2006

Laberinto




Te descubrí floreciendo.
Una tormenta te embestía entonces,
un vendaval de cambios.
Tu delicada fortaleza
me tomo por sorpresa,
asaltando mi infranqueable soledad,
castigando a mis temores.

También me descubriste.
Una tormenta me embestía entonces,
un ciclón de transiciones.
Replegado en mi capullo,
atrincherado en mis miedos,
sin pretender ningún riesgo.

Aún no estaba listo para dejarte entrar,
pero te abrí la puerta.
Un laberinto de fantasmas.

Sin temer las advertencias
cruzaste corazón adentro,
recorriendo con tu luz,
serpenteando mis pasillos,
combatiendo con fiereza mis espectros.

Y hoy te encuentras perdida.
La duda corroe tu armadura,
sin hallar en mí una pista.

La fe en este amor ilumina tus pasos.
Confía en tu corazón, que es sabio.
Aunque todo es confuso,
habrá una recompensa.
Amar no es fácil.
Te has ganado mis tesoros,
ya han salido a buscarte.
El clima cambió en el laberinto.

De nuevo en la tormenta,
volvemos a descubrirnos.
Yo atrincherado en tu capullo,
y tú, nuevamente, floreciendo.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Belleza e ituicion en ese escrito.
El viento llegará a tus balcones y en primavera te dará las hojas.

Isa dijo...

qué hermoso!, ayúdala a encontrar el camino correcto.

hcgda dijo...

Amar a la poesía es un acto de dioses, pero el que la poesía te ame, humano, es... poesía.